
La función que dura 24 horas. Suena el despertador. Pospone la alarma unas cuantas veces. A la tercera no va la vencida, pero los minutos pasan y le esperan en maquillaje para arreglar sus ojeras y su tez pálida. Entre brocha y brocha, aprovecha para darle unos sorbos a la taza de café que le acompaña en la encimera del baño. Efecto buena cara conseguido, ahora sólo le falta vestirse, cepillarse los dientes y abrir los ojos.
Pasea al perro con los minutos contados. Sube a casa, agarra el bolso y, mientras comprueba que lleva la cartera, el teléfono, las llaves y la cabeza, se pinta los labios en el tiempo que tarda el ascensor en bajar los cinco pisos que le separan del portal.
Le espera el coche de producción en la esquina. La función ya ha empezado. Pone un pie en el portal de la oficina cuando una voz dice: «prevenidos, acción». Entonces, se coloca bien la boina, sube las escaleras y los actores empiezan a hacer su papel. El portero abandona su sitio y pasa a no estar cuando se le necesita, tal y como aparece en su guión; el ascensor no funciona y las maletas de los guiris que viven temporalmente en el edificio le impiden avanzar para llegar al piso donde se desarrolla la trama.
La mañana transcurre sin sobresaltos, pero después de una breve pausa para el café, el público se queja por no ver a los actores en escena. «Son sólo 5 minutos», dice uno de ellos mientras corre apresuradamente hacia su sitio.
El director les convoca para hacerles entrega de una circular en la que pone que tienen el privilegio de poder irse a casa a estudiarse el guión por las tardes en vez de hacerlo en la oficina. La hora de la comida la dedican a atravesar una ciudad caótica y ruidosa para comer en 10 minutos y conectarse al ordenador, no vaya a ser que la compañía de teatro se piense que están tocándose las narices en vez de estar con ese guión, que por cierto, tenía que estar listo para ayer, como todo.
Llegan las 18h y la función termina, o eso parece, porque en ese momento comienzan a surgir papeles secundarios para otras obras de teatro que también merecen ser atendidos. Las pocas horas que quedan hasta que se meten en la cama se convierten en una especie de encaje de bolillos para poder llegar a todo y, además, tener algo de tiempo para dedicarle a la película que cada uno se monta en su cabeza.
Los focos se apagan, el decorado se desvanece y los actores se despiden del público hasta dentro de muy poco tiempo, donde vuelve a sonar el despertador para seguir con la función que dura 24 horas sin entender cómo es posible actuar con el piloto automático puesto.
Y ahora, vamos con las 5 canciones que no han dejado de sonar en mis oídos y en mi cabeza durante el mes de febrero ¡Dentro música!
Las tienes en la siguiente lista de Spotify para que las escuches cuando quieras:
The Carpenters – I Won’t Last A Day Without You
Tom Waits – I Hope That I Don’t Fall In Love With You
Paul Simon – Slip Slidin’ Away
The Band – The Night They Drove Old Dixie Down
Eagles – I Can’t Tell You Why
That’s all folks!
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¡Nos leemos!
Marina Lozano