
Ya no recordaba con cuánta antelación tenía que salir de casa para llegar bien a la facultad. Aunque el camino era el mismo, la diferencia era que no iba a entrar en el edificio de Ciencias de la Información, sino que iba a pasar de largo y a detenerme más adelante para disfrutar de la última Noche del Botánico de 2022.
Al entrar, el de seguridad me miró con compasión al ver que sólo tenía una entrada. Lo que él no sabe es que es mejor ir sola que acompañada de alguien que no pueda apreciar la belleza de lo que va a ver.
Me senté, le di un sorbo a mi tinto, saludé a mi compañero de asiento —como cuando viajas en avión— y unas manos comenzaron a tocar el piano; una banda de músicos acompañó esas notas y se hizo la música. La piel de gallina. He escuchado la voz de Diana Krall desde que soy bien pequeña, pero nunca la he visto actuar en directo. Una experiencia que repetiría sin duda.
El concierto comenzó con Where Or When, seguido de I Don’t Know Enough About You y All Or Nothing At All. De momento el público estaba muy tranquilo; mirando embobado a esa mujer de melena rubia y voz particular.
Uno de mis momentos favoritos fue cuando comenzó a cantar Devil May Care, una canción que me encanta y que a ella le sale de lujo. Otro músico que hace una versión muy diferente de este tema es Jamie Cullum. ¡Qué pena que no la tocase en directo en el Mad Cool!
A la canción de Sinatra: In The Wee Small Hours Of The Morning, le añadió al piano un trocito de Another Day, de Paul McCartney. Ese detalle me hizo sonreír, al igual que la canción East Of The Sun (And West Of The Moon). Eché de menos que tocase alguna versión de las que tiene de Joni Mitchell; otra vez será.
Diana Krall puso el broche final a 47 noches de música en directo, creando una conexión mágica en un ambiente íntimo que fue posible gracias a su banda: Anthony Wilson (guitarra), Robert Hurst (bajo) y Karriem Riggins (batería).
Por aquí te comparto la siguiente crónica de Fernando Neira (El País) con muchos más detalles del concierto. Es la única que he leído que me demuestra que vio y sintió lo mismo que yo: Cuando Diana Krall tiembla, el Botánico se estremece.
Así como crítica personal, si ves que es un concierto en el que hay que estar sentado, no estés molestando constantemente a los demás levantándote porque necesitas ir al servicio, porque se te ha terminado la bebida o porque te llaman por teléfono. Por no hablar de quienes se pasan la noche con la cara iluminada cual luciérnaga o gusiluz por el teléfono.
Esto es un concierto de jazz; cualquier ruido puede hacer que el público o incluso el músico, pierda su concentración, y más cuando la gente camina por las plataformas metálicas de las gradas con la pisada de un elefante. Desde luego, hay determinadas personas que no deberían salir de sus casas ni para hacer la compra.
That’s all folks!
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¡Nos leemos!
Marina Lozano