Música, maestro

Las Noches del Botánico y Diana Krall en otras palabras

Diana Krall en las Noches del Botánico, Madrid. Jero Romero

Ya no recordaba con cuánta antelación tenía que salir de casa para llegar bien a la facultad. Aunque el camino era el mismo, la diferencia era que no iba a entrar en el edificio de Ciencias de la Información, sino que iba a pasar de largo y a detenerme más adelante para disfrutar de la última Noche del Botánico de 2022.

Al entrar, el de seguridad me miró con compasión al ver que sólo tenía una entrada. Lo que él no sabe es que es mejor ir sola que acompañada de alguien que no pueda apreciar la belleza de lo que va a ver.

Me senté, le di un sorbo a mi tinto, saludé a mi compañero de asiento —como cuando viajas en avión— y unas manos comenzaron a tocar el piano; una banda de músicos acompañó esas notas y se hizo la música. La piel de gallina. He escuchado la voz de Diana Krall desde que soy bien pequeña, pero nunca la he visto actuar en directo. Una experiencia que repetiría sin duda.

El concierto comenzó con Where Or When, seguido de I Don’t Know Enough About You y All Or Nothing At All. De momento el público estaba muy tranquilo; mirando embobado a esa mujer de melena rubia y voz particular.

Uno de mis momentos favoritos fue cuando comenzó a cantar Devil May Care, una canción que me encanta y que a ella le sale de lujo. Otro músico que hace una versión muy diferente de este tema es Jamie Cullum. ¡Qué pena que no la tocase en directo en el Mad Cool!

A la canción de Sinatra: In The Wee Small Hours Of The Morning, le añadió al piano un trocito de Another Day, de Paul McCartney. Ese detalle me hizo sonreír, al igual que la canción East Of The Sun (And West Of The Moon). Eché de menos que tocase alguna versión de las que tiene de Joni Mitchell; otra vez será.

Diana Krall puso el broche final a 47 noches de música en directo, creando una conexión mágica en un ambiente íntimo que fue posible gracias a su banda: Anthony Wilson (guitarra), Robert Hurst (bajo) y Karriem Riggins (batería).

Por aquí te comparto la siguiente crónica de Fernando Neira (El País) con muchos más detalles del concierto. Es la única que he leído que me demuestra que vio y sintió lo mismo que yo: Cuando Diana Krall tiembla, el Botánico se estremece.

Así como crítica personal, si ves que es un concierto en el que hay que estar sentado, no estés molestando constantemente a los demás levantándote porque necesitas ir al servicio, porque se te ha terminado la bebida o porque te llaman por teléfono. Por no hablar de quienes se pasan la noche con la cara iluminada cual luciérnaga o gusiluz por el teléfono.

Esto es un concierto de jazz; cualquier ruido puede hacer que el público o incluso el músico, pierda su concentración, y más cuando la gente camina por las plataformas metálicas de las gradas con la pisada de un elefante. Desde luego, hay determinadas personas que no deberían salir de sus casas ni para hacer la compra.

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Marina Lozano

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Música, maestro

Una magdalena de Proust, por favor

Insecto hecho con tulipanes morados preservados del confinamiento. (Collage: Marina Lozano)

Mientras le decimos adiós a la mascarilla –de momento– en Big Yellow Taxi me gustaría hacer un repaso de estos dos últimos años, compartiendo un collage que hice junto a una reflexión personal y las imágenes del Madrid pandémico del fotógrafo, compañero y amigo Jesús Umbría.

«El Gobierno declara el estado de alarma durante 15 días». Con este titular amanecíamos hace dos años. Era la primera página de un nuevo episodio de nuestras vidas que se iba prorrogando de 15 en 15. 

Hubo un momento en el que nuestro calendario estuvo marcado por la comparecencia en televisión de nuestro presidente del gobierno, que nos hacía permanecer con ilusión y esperanza frente a la pantalla, hasta que pronunciaba las temidas palabras y ya todos los planes que teníamos en la cabeza a corto plazo en el hipotético caso de que nos dejaran libres se convertirían en planes a un plazo que estaba en las manos de otros.

Cada uno comenzó a medir el tiempo a su manera. Yo lo hacía gracias a unas vitaminas que me tomaba. En cada caja venían 30 unidades e iba haciendo la cuenta de cuántos días de la marmota estaba viviendo. Más adelante, la unidad de medida fue generalizada y consistió en las famosas: «fases de desescalada».

A día de hoy, miro por el cristal del autobús y me cuesta creer cómo esta ciudad que nunca para quieta, un día hace dos años tuvo que hacerlo. Los únicos coches que se movían eran los del Scalextric del salón de tu casa y los únicos paseos eran –si no tenías un trabajo presencial– a Mercadona, a bajar la basura o pasear a tu perro si eras de los afortunados que tenía uno.

Íbamos con guantes de látex y sin mascarilla. Todo muy lógico. Al volver de la calle, nos quitábamos la ropa, la metíamos en la lavadora, nos duchábamos y nos vestíamos con nuestras mejores galas porque nos esperaba una videollamada con amigos.

Aún recuerdo el tener un barreño de agua con Fairy para que, en cuanto la compra entrase por la puerta de casa, pasara por este particular túnel de desinfectado. Jamás pensé que lavaría un paquete de fideos, pero la vida a veces te sorprende con estas cosas.

A las ocho de la tarde teníamos una cita en los balcones y ventanas para aplaudir a los sanitarios que se estaban dejando la piel en cuidar a todos los enfermos. Los aplausos llevaron a las caceroladas y las caceroladas a olvidarnos por completo de esta cita diaria.

Por las noches, la gran mayoría de nosotros le abríamos la puerta al insomnio, que al igual que el virus, vino para quedarse durante unos meses. En esas horas de contar cientos de ovejas, mi mente hacía un recorrido mental por mis rincones favoritos de Galicia y por las calles de Madrid. Como tengo el callejero en la cabeza, no me fue muy difícil cambiar de ruta cada noche.

Después de todos esos meses de incertidumbre, parloteo mental, proyectos paralizados y nudos en la garganta, yo me pregunto: ¿Qué ha sido de todas esas personas que estaban en casa haciendo magdalenas? ¿Qué ha sido de todas esas promesas para hacer un mundo mejor? Pura fachada; como las fachadas de esos balcones que vieron nuestra hipocresía a la misma hora durante varios meses sin interrupciones…


Mientras nosotros nos quedábamos en casa, Jesús Umbría salía con su chaleco de prensa para fotografiar Madrid como nunca antes lo habíamos visto...

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Marina Lozano

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Palabras más, palabras menos

Si te digo que su nombre es Madrid…

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Ilustración de @polinho.trapalleiro

Ella es una mujer que no conoce el mar. Sus piernas tienen el color de las aceras. Bastante exagerada y algo bipolar. Es tan humilde y a la vez tan altanera.

La niña vieja que no acaba de crecer. Que abre sus piernas por la noche a los extraños La chica eterna del mantón y del clavel. La adolescente que ha cumplido tantos años.

Ella es frenética, está corriendo siempre. Puede que un día la hayas visto madrugar. Pero de noche no hay un alma que la acueste. Se emborracha fácilmente, siempre encuentra abierto un bar.

Ella es caótica, cercana y orgullosa Te hará pensar que baila sólo para ti. Puede ser que la conozcas, si te digo que su nombre es Madrid

Marwan – Puede ser que la conozcas

Gracias por el inmenso esfuerzo que están haciendo enfermeros, médicos, celadores, veterinarios, personal de limpieza, policía, guardia civil, militares, bomberos, farmacéuticos, cajeros y reponedores de todos los supermercados, transportistas, mensajeros, ganaderos,  profesores, músicos, autónomos… Mucho ánimo para ellos también. ¡La lista es interminable!

Por último y no menos importante, un aplauso para todos mis compañeros de profesión. Por los periodistas, cámaras y fotógrafos que permanecen siempre al pie del cañón. Ellos son los ojos del mundo. ¡Gracias!

Es por eso que no se me ocurre mejor ocasión que esta para compartir con vosotros el trabajo de mi amigo y compañero Jesús Umbría. Mientras #yomequedoencasa, él sale a la calle para inmortalizar todos esos rincones de Madrid que hace escasas semanas se encontraban abarrotados de gente. «Ella es frenética, está corriendo siempre», como dice el poema de Marwan con el que he comenzado esta publicación. ¡Qué impresión da ver nuestra ciudad en silencio!

Acompañadme en este viaje por nuestro querido Madriz:
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© Jesús Umbría.

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© Jesús Umbría.

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© Jesús Umbría.

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© Jesús Umbría.

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© Jesús Umbría.

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© Jesús Umbría.

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© Jesús Umbría.

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© Jesús Umbría.

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© Jesús Umbría.

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© Jesús Umbría.

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© Jesús Umbría.

Os dejo por aquí su perfil de Instagram: @jesus_umbria

¡Nos leemos! Un abrazo, Marina Lozano (@lozanomarina_)
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